Los cementerios
Desde Carlos III (1787) la autoridad civil pretendió sin éxito que los enterramientos se realizaran fuera de las iglesias. La Iglesia venía proponiéndolo desde antes, pero el sentimiento popular y los intereses de algunas parroquias y monasterios no lo hacía viable.
Esta resistencia de el pueblo a enterrar fuera de la iglesia fue general. Su momento de mayor arraigo fue durante el siglo XVII. Algunos ven esto como una consecuencia del culto a las Ánimas del Purgatorio. Las historias sobre almas en pena y apariciones de difuntos a sus allegados calaban en las mentes aterrorizándolas. Con lo cual consideraban su deber realizar muchas oraciones por las Ánimas, en la esperanza que estas almas, agradecidas, les protegerían.
Como ejemplo de esta mentalidad tenemos los escritos de Juan de Palafox (obispo y escritor) que publicó “Luz a los vivos y escarmiento a los muertos” contra la lógica que dicta escarmentar a los vivos y poner una vela a los difuntos. En esta obra relataba un sin fin de apariciones de Ánimas, y contaba los consejos y reproches que daban a los vivos. Con lo cual el comportamiento que se promovía era cobijar a los muertos en el mejor sitio posible para que no fueran atormentados por sus enemigos y donde más oraciones les llegaran: la iglesia. Antes de la misa dominical se rezaban lo que se denominaba popularmente “los asperges” en los que rociaba con agua bendita el recinto.
El Consejo de Castilla en 1805 y 1828 ordenó que se construyeran cementerios civiles y prohibió el enterramiento en lugares cerrados.
En algunas cuentas encontramos frases como “Se han abierto -x- sepulturas y se han enterrado -x- en el Santo Malvar a los que no podían pagarlas. Esto nos da a entender que el cementerio durante algún tiempo fue un lugar para los menos favorecidos.
En esta veleta de Cascantes esta escrito “SANTO MALBAR”. También pone lo mismo en la veleta del astial en la ermita de La Seca.
La mortandad en algunos momentos fue tan grande que según los libros de La Cofradía del Santo Malvar de León en muchos pueblos “murieron de cada tres, dos”. El goteo de funerales era tan continuo (1859) que llegó a prohibirse “tocar a muerto” porque atemorizaba al vecindario y a los enfermos.
Uno de los reproches que se hacían a los desamortizadores del XIX era que había dejado a oscuras a las ánimas del purgatorio, ya que las rentas que se aplicaban para su lámpara desaparecían. Estas rentas eran fruto de las donaciones que a su muerte dejaban los finados. Otros fundaban capellanías y misas en cantidades que podían llegar a miles entre la nobleza y a medio centenar en Cuadros. En otros casos el difunto dejaba encargado al mayor de la familia, para todos sus sucesores a través de los tiempos, que le pagaran misas con la producción de una finca, etc
En 1884 se clausuraron los cementerios que no cumplían las normas. Básicamente estas normas eran que estuviera en lugar ventilado, separado de fuentes, de poblado, de camino real, y cercado.
Documento de 1624
“En donde se guarda la antigua costumbre de sepultar los difuntos en los cementerios, se guarde así y si fuere posible esta costumbre se vuelva a introducir. A quien se de sepultura en la iglesia désele en el suelo y junto a los altares no se sepulte…”
Algunos autores justifican el paso de enterrar en los cementerios antiguamente, a enterrar en las iglesias en Carlomagno, el cual puso de moda que los príncipes fueran enterrados en la iglesia por lo cual el pueblo los imitó.
Etimológicamente cementerio (del griego), significa lugar de reposo.
El cementerio de Cuadros es considerado como de “administración parroquial desde tiempo inmemorial”.Hoy es administrado por la Junta vecinal.